
El derecho a la educación es mundialmente reconocido desde que en 1948 se proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos. Además, la Convención sobre derechos del niño (ratificada por 193 estados), reconoce este derecho a todos los niños y las niñas. En el año 2000, un informe de la UNESCO establece que la inclusión de la infancia con necesidades especiales o pertenecientes a minorías étnicas desfavorecidas, poblaciones migrantes, comunidades remotas y aisladas o barrios urbanos marginales, así como de otros excluidos de la educación, deberá ser parte integrante de las estrategias para lograr la educación para todos antes del 2015. En 2008, con motivo de la 48ª Conferencia Internacional de Educación de la UNESCO, los Ministros de Educación y Jefes de Delegación de 153 Estados miembro afirman que una educación inclusiva y de calidad es fundamental para alcanzar el desarrollo humano, social y económico.
Actualmente, existe entre la comunidad internacional una voluntad unánime de fomentar un modelo de educación de calidad, intercultural e inclusivo. Los argumentos que avalan este modelo pueden encontrarse en distintas investigaciones e informes. La OCDE (2007), por ejemplo, afirmaba en su informe No More Failures: Ten steps to Equity in Education que el excluir a ciertas personas de una educación de calidad, tiene altos costes sociales y económicos. Los autores de la investigación Actuaciones de Éxito en Escuelas Europeas, publicada por el Ministerio de Educación (2011), sostienen que el éxito en educación está relacionado con la inclusión social y con el acceso a todos los ámbitos sociales y los recursos (empleo, vivienda, salud, política, etc.); y que la inclusión social permite la contribución de un mayor número de personas al desarrollo de una economía del conocimiento competitiva y dinámica, y una mayor cohesión social.
Gracias a la Educación Inclusiva, alumnos con alto riesgo de exclusión podrán mejorar su aprendizaje y, por tanto, su calidad de vida. Pero la educación inclusiva no bene!cia sólo al alumnado más vulnerable, sino a toda la comunidad educativa, como demuestran las prácticas contenidas en esta guía.
¿A qué nos referimos con educación inclusiva?
Tradicionalmente se ha usado el término “integración” para aludir a la inclusión de las personas con Necesidades Educativas Especiales (NEE) en el sistema educativo. Sin embargo, Booth y Ainscow (2002), autores del Index for Inclusion (Guía para la Evaluación y Mejora de la Educación Inclusiva es la versión española), prefieren el término de “Educación Inclusiva” frente al de “Integración del Alumnado con Necesidades Educativas Especiales” por ser menos restrictivo. Paralelamente, advierten de que al etiquetar a un alumno con NEE se generan expectativas más bajas por parte de los docentes para estos alumnos y se corre el riesgo de desatender las dificultades experimentadas por el resto del alumnado. En vez de NEE, estos autores recomiendan el uso de “Barreras para el aprendizaje”.

El uso de “Educación Inclusiva” en esta publicación responde por tanto a su vocación como herramienta de mejora de las posibilidades de aprendizaje y participación de todos los niños y las niñas.
¿Qué modelo de educación inclusiva queremos fomentar?
Save the Children, que es una organización que trabaja en más de 120 países y que se caracteriza por luchar por los derechos de los niños y niñas, ha desarrollado la “Guía de Buenas Prácticas en Educación Inclusiva” de la cual se deriva este artículo, apuesta por un modelo educativo en el que todos los niños y las niñas aprendan juntos, independientemente de sus condiciones personales, sociales o culturales; pudiendo optar a las mismas oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Para lograrlo, los implicados en los distintos ámbitos educativos (administraciones competentes, responsables de los centros, de otras entidades educativas y resto de la comunidad), han de establecer las condiciones necesarias para identificar las barreras existentes para la participación y el aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes; e implementar las medidas necesarias para superarlas.
En el ámbito de la educación formal, la inclusión supone una adaptación del sistema a los alumnos y no de los alumnos al sistema, como se ha venido haciendo. Esta tarea, nada fácil, requiere cambios institucionales, curriculares y didácticos por parte de distintos agentes. Así, aunque las administraciones tienen competencia sobre el marco regulador, evaluador y financiero; los centros tienen cierto margen de acción para hacer cambios operativos (ser más flexibles, revisar sus estrategias metodológicas, el contexto del aula, el trabajo con la sociedad) y reclamar otras reformas necesarias. En cualquier caso, los centros han de trabajar en su propia cultura inclusiva, para traducirla después en políticas y prácticas que tengan en cuenta a toda la comunidad educativa.
¿Es inclusivo nuestro sistema educativo? ¿Cómo podemos contribuir a que lo sea?
Save the Children (2002) elaboró un diagnóstico sobre el grado y la calidad de la inclusión en el sistema educativo español, eligiendo la Comunidad de Madrid como caso de estudio y comparando la información disponible con la media española. Este diagnóstico y la bibliografía consultada evidencian que en España aún queda un largo camino por recorrer para que el modelo educativo sea efectivamente inclusivo. Prueba de ello es que todavía se implementan en España medidas de atención a la diversidad basadas en la segregación de los alumnos en función de su rendimiento académico, contradiciendo las recomendaciones de autores que afirman que tal segregación es uno de los principales factores de exclusión dentro de los sistemas educativos (Ministerio de Educación, 2011). La existencia de centros educativos que separan a niños y niñas, cofinanciados con fondos públicos, es otro dato preocupante. Además, existen otros riesgos para la equidad educativa como son la concentración de alumnado inmigrante en determinados centros o las altas tasas nacionales de absentismo y abandono escolar, con mayores índices entre el alumnado de origen extranjero, como reconoce el II Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración del gobierno. Casanova (2011) por su parte, señala que a pesar de que existe normativa internacional, nacional y autonómica su!ciente para avalar el modelo inclusivo, todavía no se ha sistematizado la implantación y evaluación del mismo por parte de las administraciones competentes, animando a la inspección a tener en cuenta este aspecto en el futuro, para saber si su aplicación práctica avanza o retrocede.
La creciente privatización y los recortes en el sistema público educativo es otra de las sombras que oscurece el futuro de la educación de calidad que las instituciones pretenden. La nota positiva es, sin embargo, que existe un número creciente de colegios, institutos y organizaciones que están llevando a cabo experiencias de éxito para la inclusión de su alumnado por propia iniciativa. Con la publicación de esta guía, Save the Children pretende dar a conocer estas buenas prácticas para que otros centros y entidades puedan replicarlas, contribuyendo de esta forma a que la educación sea cada vez más inclusiva.
Las prácticas incluidas en la guía pretenden avalar con resultados empíricos algunas de las recomendaciones teóricas para mejorar la inclusión educativa ofrecidas en la literatura científica. En concreto, la guía contiene prácticas que ejemplifican los siguientes aspectos:
Accesibilidad
Eliminar las barreras que impiden el aprendizaje y la participación en el centro es la base de la educación inclusiva. Para ello, en primer lugar, habría que hacer más accesible el centro a toda la comunidad educativa mediante la adaptación de sus entornos, programas y herramientas. Esto implica olvidarse del currículo rígido e inaccesible que, bajo la perspectiva de la integración, tenía que ser alcanzado por todos los estudiantes, con demasiado esfuerzo y poco provecho significativo para la mayoría. La perspectiva de la inclusión, sin embargo, apuesta por una adaptación curricular accesible. El currículo inclusivo puede ser completado por todos los estudiantes con apoyo adicional o seguimiento individualizado cuando sea preciso. En caso de existir optatividad en el centro, ésta no ha de reducir las oportunidades educativas y sociales del alumno en el futuro. Así, la elección de materias optativas ha de llevarse a cabo en función de las preferencias del alumno, no de su rendimiento. Otra opción para hacer más accesible el centro es ampliar el tiempo de aprendizaje realizando actividades académicas extraescolares para alumnos y familias.
Cooperación y altas expectativas
El compromiso y la cooperación de toda la comunidad educativa son fundamentales para mejorar la inclusividad en el centro. Empezando por la dirección y el profesorado, responsables del funcionamiento del modelo inclusivo, y llegando hasta las familias y otros agentes sociales que van a participar activamente en el mismo. Gracias a la cooperación de todo el equipo, el centro logrará el máximo nivel de desarrollo para cada estudiante en función de sus capacidades. Las prácticas seleccionadas en este apartado ilustran ejemplos de enseñanza y resolución de conflictos cooperativa en la que participan distintos agentes, así como proyectos liderados por jóvenes en los que se depositan altísimas expectativas.
Agrupaciones para el aprendizaje dialógico
Disponer de un aula estable y de profesorado y compañeros de referencia también facilita la inclusión. Los posibles recursos humanos adicionales (profesorado de apoyo, voluntarios, etc.), apoyarán preferiblemente dentro del aula de referencia. La creación de “grupos interactivos” que fomentan las interacciones entre distintos miembros de la comunidad educativa es también muy positiva. En caso de que tengan que efectuarse desdobles en una clase, los grupos resultantes habrán de tener distintos niveles de rendimiento, evitando en lo posible segregar a los alumnos en función de su rendimiento académico. Algunos centros optan, por ejemplo, por desdoblar el grupo de referencia en dos subgrupos para reducir el ratio profesor/alumno, sin etiquetar a ningún estudiante. Por otro lado, la participación de las familias del alumnado más vulnerable parece mejorar notablemente el rendimiento de estos alumnos y alumnas. Sin embargo, hasta ahora se ha dado más importancia a la formación del profesorado que a la de las familias, siendo necesarios más estudios sobre la participación de la comunidad en los centros educativos y cómo fomentarla (Ministerio de Educación, 2011).
ENTORNOS, HERRAMIENTAS Y PROGRAMAS ACCESIBLES PARA TODOS Y TODAS
Entornos sin barreras para el aprendizaje y la participación
La creación de entornos, herramientas y programas educativos accesibles es el primer paso para que todas las personas puedan recibir una educación de calidad. La Guía de accesibilidad en centros educativos (Aragall, 2010), que ha coordinado el Foro para la Atención Educativa a Personas con Discapacidad, subraya que aunque las mejoras en accesibilidad no son imprescindibles para algunos usuarios, mejoran la comodidad de todos. Dicha guía contiene recomendaciones para mejorar la accesibilidad integral de los centros, abarcando desde aspectos logísticos hasta el menú de la cafetería. El papel de las nuevas tecnologías merece mención expresa por facilitar el acceso a materiales adaptados a las necesidades de todo el alumnado.
Herramientas para la vida, accesibles también a colectivos vulnerables
Un currículo demasiado rígido que no tiene en cuenta las necesidades e intereses de los alumnos puede ser una barrera al aprendizaje para muchos de ellos. Por eso, algunos centros recurren a la adaptación curricular inclusiva. Ésta supone una adaptación de los métodos de enseñanza a las necesidades del alumnado para facilitar el aprendizaje, nunca una reducción de los contenidos. A través del currículo, el centro ha de impartir una educación de calidad que contemple todo el conocimiento, competencias y valores que la sociedad desea que el alumnado adquiera, logrando estos objetivos con todos los estudiantes por igual. Por tanto, debe ser riguroso pero flexible para que todos los estudiantes puedan acceder a él (UNESCO, 2004). Solo así, el colegio puede convertirse en motor de cambio de la sociedad; capacitando, empoderando y formando en valores a los futuros ciudadanos y ciudadanas, sin excepciones.
Cuando los centros educativos no permiten la flexibilidad curricular, algunos profesores han diseñado metodologías y/o materiales más contextualizados y centradas en el alumnado para que los alumnos que encuentran más barreras vuelvan a sentirse capaces de aprender y quieran hacerlo. A lo largo de toda la guía, se incluyen prácticas con ambos tipos de adaptaciones, tanto del currículo general como de metodologías o proyectos concretos. En esta sección se muestran algunas cuyo objetivo es contribuir a la superación de problemas reales en la vida de los alumnos y alumnas.
Acceso a programas educativos en horario extraescolar
Es recomendable que los centros escolares, especialmente si cuentan con un porcentaje elevado de alumnado desfavorecido, aumenten el tiempo de aprendizaje en horario extraescolar o incluso en periodo vacacional. Las actividades adicionales pueden realizarse en distintos espacios dentro o fuera del centro. El objetivo es incrementar las oportunidades de aprendizaje y elevar el rendimiento de todos el alumnado, pero también lograr la progresiva involucración de otros agentes de la comunidad en la vida del centro.
Save the Children está convencido que la diversidad en el alumnado enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje, beneficiando a la comunidad educativa y a la sociedad en general. Bajo esta premisa, los sistemas educativos han de contar con herramientas para adecuar la respuesta educativa a los diferentes intereses y necesidades de los alumnos y las alumnas.
Si te interesa obtener la Guía de Buenas Prácticas en Educación Inclusiva de Save de Children completa, envíanos un correo a academia@ica.education. Es totalmente gratuita.
Aprende de éste y otros temas interesantes en el Diplomado en Psicología Educativa ICA.